lunes, 5 de noviembre de 2007

Tiempo de oposición: Mena, así funciona el Examen!!

Más o menos en Febrero de 2.008 se firmará la convocatoria para la celebración de las próximas Oposiciones al Título de Notario. La firma de la convocatoria es una esperada noticia que, como siempre, se propaga como la pólvora, al igual que los primeros nervios entre los opositores, a quienes, de inmediato, les asaltan preocupaciones y dudas sobre cómo organizarse, qué ritmo seguir, composición del Tribunal, comienzo de los ejercicios, acudir al primer o segundo llamamiento … Y, casi con la misma rapidez que la noticia inicial, estas preocupaciones se trasladan al “preparador”, a quien se acude para buscar consuelo y serenidad ante el escalofrío y los nervios que producen la noticia. Rige aquí también un viejo aforismo que, con algún arreglo, sonará a los destinatarios de este artículo, que dice que “el que es opositor una vez, lo es siempre”, y, por eso, la sensación del opositor no es nueva para su preparador, quien intentará infundir tranquilidad y confianza con su experiencia.Este artículo no tiene más pretensión que la de compartir en términos informales algo de esa experiencia, sin que lo que aquí se diga tenga valor de axioma, sino todo lo contrario. Cada opositor es un mundo, una isla en sí mismo, y debe atender a lo que oiga y juzgue conveniente para sí, siendo consciente de su propia capacidad y del tiempo de que dispone; por eso, aunque oirá muchos consejos, debe sopesar de dónde proviene el consejo y qué es lo que más le conviene. No hay que olvidar que ante la famosa pregunta “¿por quién doblan las campanas?”, la respuesta era muy clara: “Doblan por ti”; y traducido a términos colegiales, “por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero”.
"Cada opositor es un mundo, una isla en sí mismo, y debe atender a lo que oiga y juzgue conveniente para sí, siendo consciente de su propia capacidad y del tiempo de que dispone"
Las oposiciones, todas, son difíciles. Entrañan una doble dificultad: Extrínseca e intrínseca. La primera, el programa que hay que estudiar, que es el mismo para todos; rige aquí un principio que también sonará, el “par conditio opositorum”, es decir, para el programa –temario-, todos los opositores son de igual condición. En cuanto a la dificultad intrínseca, a su vez, en ella influyen factores internos y externos; viene derivada de la “teoría de los talentos”, de la capacidad y dedicación de cada uno, de sus circunstancias personales y familiares, y de los imprevistos; recordemos que “cuando oposita uno, oposita toda la familia”.Una vez descubierto lo que es un secreto a voces y ante el “pánico” inicial que produce la convocatoria en el opositor, ¿qué hacer? Conservando la calma –a veces, esto requiere un esfuerzo adicional-, hay que planificar algo tan importante como es la estrategia a seguir, porque, al fin y al cabo, empieza la batalla contra “el lado oscuro”, compuesto por los temas y el rápido paso del tiempo.Con un calendario en la mano, una visión realista de las posibilidades ante el primer ejercicio y una fecha aproximada de comienzo del mismo, suelen planificarse las “vueltas” al programa que gustaría dar y a qué llamamiento acudir; se trata de estar preparado para examinarse en la fecha prevista, pues aunque la del sorteo será la que nos “iluminará” sobre la fecha aproximada, será tarde para reaccionar si el número que nos corresponde en el sorteo es “muy bajo”, y si es “muy alto”, probablemente habrá que cambiar de estrategia. En esto del número hay mucho recelo, pero, como me decían a mí, “con cualquier número se aprueba”; no obstante, reconozcamos que unos son más “cómodos” que otros. La misión, casi imposible, es llegar al examen habiendo dado la última vuelta en el menor tiempo posible, pero, para eso, la labor de “compresión” tiene que empezar meses antes. La primera de las vueltas planificadas, aunque ya “a paso ligero”, debe darse bien, para asentar definitivamente los temas, porque donde dudemos una vez, dudaremos siempre, y se trata de que cada vuelta sea más rápida y corta que la anterior. Suele darse una vuelta “lenta”, de un par de meses a lo sumo, recortándola sucesivamente hasta llegar a la que será la última. Y en la duración de la última es donde entra de lleno la capacidad individual: Lo normal será que la última vuelta sea entre diez y quince días, aunque no falten quienes la darán en mucho menos (que no tema el opositor, a estas alturas del partido se aguantan temas de hasta quince días -si están bien estudiados, claro-). Todo dependerá de si se sigue el “sistema de vueltas” o el de “acumulación”; el primero consiste en avanzar con los temas, algo así como llenar la mochila cada semana y vaciarla al final, de tal forma que cuando se termina el último tema se sigue por el primero (lo recomendable es avanzar en todas las partes a la vez, al igual que está dividido el programa; este es un sistema más rápido y requiere que los temas estén bien fijados); el sistema de “acumulación” consiste en no dejar los temas que uno tiene estudiados, sino que, a la vez que se repasan éstos se avanza con temas nuevos (el avance es más lento, la mochila se va llenando poco a poco, y el opositor puede tener más seguridad y confianza).
"Aunque el opositor oirá muchos consejos, debe sopesar de dónde proviene el consejo y qué es lo que más le conviene"
Ambos sistemas han sido utilizados con éxito por muchos opositores, así que podemos estar tranquilos, no es uno de aquellos famosos “experimentos con gaseosa”.Como siempre, habrá algunos temas que resultarán un poco más “espesos”, y para ellos se recomienda estudiarlos varias semanas seguidas; de esta forma conseguiremos un doble objetivo: Saber el tema bien y ganar confianza y seguridad. En estos temas –y en todos- es conveniente saber cuánto tiempo dura la exposición de la última pregunta, para tenerlo controlado y evitar disgustos innecesarios. Recordemos que el cronómetro es una diabólica máquina que avanza siempre en contra de nuestros deseos: “Vuela” unas veces y “no avanza” otras, en sentido contrario a lo que nos conviene. No es recomendable “hacer quinielas” con los temas, porque es bien conocida la vis atractiva de los que no se han estudiado.Huelga decir que, en todo momento durante los meses previos al examen, el opositor debe cuidar su salud, porque cualquier contratiempo puede dar al traste con el trabajo realizado. Esto adquiere mayor importancia en los días previos al examen, donde el esfuerzo físico y psíquico alcanza cotas sobrehumanas, con lo que no es infrecuente que, tras el examen, sobrevenga un derrumbe físico, independientemente del resultado.Y llega el día en que somos convocados. Si la convocatoria es muy amplia y nuestro número es de los últimos no hay que confiarse; hay veces que se llama a muchos opositores que no acuden al llamamiento y nuestro número, que parecía imposible para actuar ese día, resulta “premiado”. Existe una “lista de apuntados” donde se reseña que tal opositor convocado está presente y listo para actuar; de esta forma, no sólo el Tribunal puede valorar la conveniencia de ampliar o no la convocatoria, sino que los propios opositores, convocados o no, pueden calcular cuándo se examinarán. Pero, desconfiemos; por experiencia se sabe que, a veces, se presenta quien no está previsto, y a la inversa.
"La misión, casi imposible, es llegar al examen habiendo dado la última vuelta en el menor tiempo posible, pero, para eso, la labor de “compresión” tiene que empezar meses antes"
También resulta conveniente que el opositor haga un “reconocimiento previo” de la sala, para familiarizarse con ella, aprovechando algún descanso o, incluso, entrando a ver algún ejercicio (las sesiones son públicas al inicio de la actuación de cada opositor). De este reconocimiento pueden extraerse pequeños pero importantes detalles prácticos, incluso para estudiar la actitud de los miembros del Tribunal.Y finalmente, llega el turno de los números más próximos al nuestro, un momento crucial, pues no sabemos si el ejercicio será completo, habrá retiradas o exclusiones. Resulta absolutamente fundamental estar concentrado desde que entren los dos o tres números anteriores, sentado o paseando, pero, por supuesto, intentando conservar la tranquilidad –algo bastante difícil, por otra parte-, para lo cual es muy útil respirar profundamente. En los momentos previos a que el Tribunal llame al opositor éste debe estar cerca de la puerta de la sala, para que no tengan que buscarlo apresuradamente –nadie lo hará, salvo sus acompañantes-, y para que el opositor no entre agotado y jadeando en la sala; además, al Tribunal no se le debe hacer esperar. Cuando se entre en la sala, habrá una distancia entre la puerta y la mesa donde estaremos sentados; es conveniente no entrar “corriendo”, sino despacio, porque entre los nervios y las carreras, cuando el opositor se siente “estará como un flan”. Sentado o en pie, el opositor extraerá los temas (insaculación), el Presidente del Tribunal los anotará en un papel y se lo dará al opositor, advirtiéndole de que dispone de cinco (¡Dios mío, sólo cinco!) minutos para tomar notas o reflexionar. Sobre la mesa habrá un programa, folios, bolígrafo, una jarra o botella de agua y un vaso; mucho cuidado con los malabarismos con la botella, jarra o vaso, porque los nervios pueden traicionar y dejar la mesa como ¡ojalá! estuvieran los embalses.A los cinco minutos, si el opositor no ha iniciado su exposición, el Presidente del Tribunal le pedirá que comience, y aquí hay que destacar algo muy importante: El tiempo empieza a contar desde que el Presidente permite al opositor que comience, y no desde que lo hace el opositor. Por su parte, el opositor puede no agotar los cinco minutos, con lo cual pedirá y se le concederá permiso para iniciar su exposición. Al iniciar la exposición, los primeros minutos son difíciles, consecuencia de los nervios, casi balbuceantes, pero no hay que preocuparse, esto dura un par de minutos, hasta que “se templa, se estabiliza la nave y se marca el rumbo”; de esto es consciente el Tribunal.
"El cronómetro es una diabólica máquina que avanza siempre en contra de nuestros deseos: “Vuela” unas veces y “no avanza” otras, en sentido contrario a lo que nos conviene"A partir de aquí, hay que mantener la concentración, hay que “luchar”, contra la silla –que por su incomodidad quiere “echarnos”- y contra el tiempo -que galopa sin piedad a la velocidad de la luz-, porque es “el momento”, el de la verdad, el que estábamos esperando, en el que hay que darlo todo, con orgullo y dignidad. En términos militares, hay que “luchar hasta morir”, porque, como decían los romanos, “fortuna iuvat audaces”. ¡Mucha suerte a todos

sábado, 1 de septiembre de 2007

El otro lado de la mesa: Miembro de Tribunal!!!

¿Qué debe hacer un opositor a Notarías? ¿Cómo debe prepararse para sus ejercicios? González Palomino se hacía estas preguntas y añadía que estas cuestiones, de tanto interés para el opositor, no están resueltas ni siquiera tratadas en ningún libro serio y digno. Son remedios secretos, que se comunican en secreto entre sí los iniciados, pero que parece vergonzoso pregonar.
Lo cierto es que el primer deber del opositor consiste en respetar las reglas del juego, en definitiva en jugar limpio. Esas reglas son muy sencillas y en unas oposiciones en las que todo está inventado, como son las de Notarías, las conoce cualquier opositor. Además los preparadores se encargan de repetirlas una y otra vez machaconamente. Cuando uno está al otro lado de la mesa, es decir, cuando se forma parte de un Tribunal, la oposición lógicamente aparece de una manera muy diferente. Ser miembro de un Tribunal no es estar en “el lado oscuro”. Al contrario, hay muchas cosas que se ven con más claridad que cuando eres opositor o incluso preparador. Me voy a referir a algunas que recuerdo de mi época como miembro de un Tribunal. Una de las que más me sorprendió es que, a pesar de los meses que dura la oposición, el Tribunal nunca se descuida ni cae en la rutina. Pasan las semanas, se suceden los opositores pero se escucha a todos con el mismo interés que el primer día. Cualquier Tribunal tiene muy presente lo que allí se está jugando y en ningún momento se relaja la atención.
También es curioso hasta qué punto se llega a conocer a los opositores. Como diría Valdano, una hora en un Tribunal de oposiciones dura más de sesenta minutos. Y cuando termina esa hora larga del ejercicio al Tribunal le queda un recuerdo muy claro de cada opositor, que además se va refrescando en las semanas siguientes, porque el calificar se hace con referencia a los opositores ya aprobados.Hay que intentar ponerle las cosas fáciles al Tribunal. Hay opositores que no enfocan correctamente sus ejercicios, que quizás no tienen muy claro que es lo que el Tribunal quiere oír. Algunos incluso tienen un gran talento y han trabajado duro en la preparación, pero desconocen qué es lo que se pretende en los ejercicios, y se produce el fracaso. Voy a intentar explicar cómo se ven las cosas desde el otro lado y, por lo tanto, cuáles deben ser los objetivos del opositor.Esos objetivos son distintos en los ejercicios orales y en los escritos.
En los ejercicios orales (el primero y el segundo) el opositor debe acreditar que conoce el derecho positivo o, dicho coloquialmente, que sabe lo que dice la ley. No me estoy refiriendo a si hay que decir más o menos artículos o si hay que decirlos más o menos al pie de la letra. La cuestión es cómo se enfocan los temas. La preparación debe orientarse a este objetivo y para alcanzarlo se pueden dar algunas pautas:
1.- Se han de tener siempre a la vista y acostumbrarse a usar los textos legales, aunque los citen y copien los libros o los temas. Sólo manejando los textos legales se aprende lo que dicen y dónde lo dicen (cito nuevamente a Palomino)
.2.-. Habiendo una definición en la ley (aunque la finalidad de la ley no sea dar definiciones) no son necesarias las definiciones doctrinales, aunque sean más perfectas.
3.- Con carácter general, las polémicas doctrinales que interesan son las que giran en torno a textos legales y a los problemas que éstos plantean, más que las puramente teóricas o conceptuales.
4.- Se ha de tener presente la jurisprudencia y la doctrina de la Dirección General de los Registros y del Notariado que interpreta y aplica los textos legales, aunque parezca equivocada. Lo importante es el derecho que se aplica, vive y sirve como derecho y no lo que uno cree que debe ser derecho (nuevamente Palomino).
En los ejercicios orales hay temas que no se llegan a oír completos ni una sola vez durante toda la oposición. El opositor al que le tocan se retira siempre. Recuerdo, por ejemplo, no haber oído nunca el tema de la Iglesia Católica (que ahora es el tema 20 de Civil, con el añadido de las asociaciones). Otro tema que produce reacciones de pánico es el 3 de Civil, el Derecho Foral y, sobre todo, la competencia del Estado y de las Comunidades Autónomas. Y así unos cuantos temas más. Hay que reconocer que no son temas cómodos para comenzar un ejercicio. Pero hoy todos los temas están hechos (mejor o peor). Y es una pena que un opositor que se ha estudiado 135 temas de Civil, no sea capaz de hacer una faena de aliño y defender uno de esos temas que retiran a todos.
El tercer ejercicio consiste en redactar un dictamen sobre un tema de Derecho Civil Español, Común y Foral, Derecho Mercantil, Derecho Hipotecario o Notarial. Las cuestiones que se propongan en este ejercicio, dice el Reglamento Notarial que versarán sobre casos de Derecho Positivo. De nuevo nos encontramos con el Derecho Positivo. Pero lógicamente el enfoque en este ejercicio tiene que ser distinto que en los ejercicios orales. El opositor que llega al dictamen ya ha superado los dos primeros ejercicios y ha acreditado su conocimiento de los temas. Se trata ahora de demostrar que, además de aprenderse los temas, los ha asimilado y por lo tanto sabe aplicar el Derecho Positivo a un problema concreto, a un caso real. Para ello se debe razonar y resolver el caso. Pero es más importante el razonamiento que la solución. Salvo aquellas cuestiones que están claramente resueltas por la jurisprudencia y la doctrina, casi todo es opinable, siempre que se razone bien.
Una última cuestión de carácter general. El Notario es un jurista práctico que ejerce una profesión de cara al público. Los que aprueban las oposiciones van a ejercer la profesión de Notario, que supone un contacto directo y constante con la gente. El Notariado es una de las instituciones de la seguridad jurídica preventiva, y el Notario tiene que dar seguridad a quienes acuden a su despacho. Si después de haber autorizado un documento o de haber atendido una consulta el cliente le dice al Notario que se ha quedado tranquilo, eso quiere decir que éste ha hecho un buen trabajo. El Notario no puede ser alarmista ni alarmarse. Cuentan de un Notario que estaba desolado por haber autorizado una escritura defectuosa y su cliente le consolaba diciéndole: No se preocupe señor Notario que ya lo arreglaremos. El Notario, además de la “ciencia” que se le supone, ha de tener dominio y seguridad. Por lo tanto, un Tribunal valora fundamentalmente la preparación científica y técnica del opositor. No puede ser de otra manera. Pero es muy positivo que el opositor sea convincente, que se exprese con orden y claridad, que vaya al grano, evitando las divagaciones y la originalidad. En definitiva, no podemos evitar los nervios en el momento del examen, pero es bueno mostrar control y saber estar; en definitiva, normalidad. Claro que el opositor dirá que él espera lo mismo del Tribunal, pero eso es materia para otro artículo.

jueves, 23 de agosto de 2007

Los duros años opositando!!!

Entrevista, de una revista jurídica a los aprobados de la últma oposición:

Entre los 110 que superaron unas oposiciones a las que aspiraron 2.800 abogados. «Habéis superado una larga preparación que os ha dejado exhaustos, pero este no es el final de vuestro trabajo», les felicitó el ministro de Justicia.

La media de tiempo empleada por los aspirantes que han concurrido en prepararse para estas oposiciones se ha situado en los nueve años. El «título» a quien menos tiempo ha dedicado a estas pruebas lo ostenta el más joven, Gustavo Parco de 26 años, que dedicó tres a preparar unos exámenes que logró sacar a la primera. Él admite que ha tenido mucha suerte, aunque el esfuerzo de esos tres años «a veces hasta doce y catorce horas diarias de estudio, sin vacaciones, sin Navidades... », no lo olvidará mientras viva.
Entre preparación y exámenes los demás opositores han empleado ocho años y éste ha sido su tercer intento, la tercera oposición que afrontaban, la vencida. «Ocho años», comentaban, «significa diez horas diarias de lunes a sábado, y en vísperas de exámenes más aún; significa decir adiós a las vacaciones, o a lo sumo escaparse una semana algún año cuando ya no puedes más; significa también decir adiós a otras muchas cosas que la gente de nuestra edad hace, como algún trabajillo, etcétera. En definitiva, nada de nada»,

miércoles, 22 de agosto de 2007

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL OPOSITOR


PRIMERO.- Trabajar en compañía.- El trabajo en un ambiente de trabajo es más fecundo. Búscate un compañero (o varios) que estén a tu nivel. Comparte con ellos tus preocupaciones y tus ilusiones. Sed unos de otros fiscales y estímulos recíprocos. Si a la vez o además de un compañero tienes Maestro, mucho mejor.
SEGUNDO.- Trabajar con constancia. No hacen falta muchas horas cada día, pero sí algunas horas todos los días. Los esfuerzos violentos no resisten la prueba del tiempo. Ni la de la salud. No llega primero el que más corre, ni, sobre todo, llega más lejos.
TERCERO.- Trabajar con método. Fija la ración de temas de cada día y para cada materia. Advertencia importante: Hay que estudiar y aprenderse los temas que a uno le gusten y los temas que a uno no le interesen (este mandamiento quedará más eficazmente cumplido si en cada materia estudias los temas por su orden y grado). No dejes ninguna materia, por poca importancia que creas que tiene, para última hora, que los temas finales son los que dejan la impresión del ejercicio. Presta atención cuidadosa al Derecho fiscal. En la práctica, el Derecho privado ha de caminar por los cauces que el Fisco le permite, y es preciso buscar los vados y esquivar las torrenteras. Y cuando una materia no se estudia en su tiempo, ni se sabe ni se aprende después.
CUARTO.- Trabajar con los mismos libros.- Pocos libros pero buenos libros. No pretendas descubrir la pólvora, ni hacer investigaciones monográficas en cada tema. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Decía Fernando Campuzano que más vale estudiar un libro diez veces que diez libros una vez. Los libros, como los compañeros y amigos, sólo se conocen al cabo de mucho tiempo de constante trato. Habrá libros mejores que los tuyos. Pero con tu reflexión sobre tus libros, puedes conseguir que no los haya para ti mejores que los tuyos.
QUINTO.- Trabajar con textos legales.- Ten siempre a la vista y acostúmbrate a buscar los textos legales, aunque te los citen y copien tus libros de cabecera. Sólo manejando los textos legales se aprende lo que dicen y dónde lo dicen. Consulta y ten presente la jurisprudencia que interpreta y aplica los textos legales, aunque te parezca equivocada. Tu función será servir y no lucirte. Para servir, lo importante es lo que se aplique, viva y sirva como derecho, y no lo que tú creas que deba ser derecho.
SEXTO.- Tiempo y espacio.- Ensaya una distribución razonable de tiempo, reloj en mano, y sacrifícalo todo a las posibilidades de tiempo, en cualquier combinación de temas de todas las materias.
SÉPTIMO.- Reflexión propia.- Personalidad.- Reacciona sobre el libro. Utilízalo como guía y no como píldora o disco. Anota tus reacciones y consulta tus notas con frecuencia: te llevarás sorpresas: unas veces agradables, otras veces divertidas. Estimarán en ti más la personalidad que tengas que tu capacidad de recitador de opiniones ajenas. Pero no confundas la personalidad, que es modesta, con la arrogancia petulante. No pierdas el tiempo en proclamar tus méritos y virtudes. Si existen serán reconocidas sin necesidad de prensa y propaganda. Si no existen, quedarás expuesto a la vergüenza pública, con las costas.
OCTAVO.- Hablar y escribir.- Ensáyate en "decir" temas. Saber una cosa no es siempre saber decirla. Muchas veces no se sabe decir una cosa bien sabida, y es lamentable enterarse de ello en mitad de un ejercicio.
Ten presente que si el ejercicio oral suele dar la plaza, el escrito da el puesto, que es calidad y provecho. No en vano nos llamados Letrados y "sabidores del arte de la escribanía".
Sin previo adiestramiento en la redacción no tendrás ni siquiera la ventaja material de la soltura de la pluma, que será un peso muerto entre tus manos. Los ejercicios escritos son dos: dictamen y escritura razonada, con proyección de liquidación fiscal.
Un dictamen no es un ejercicio oral por escrito, sino la solución técnica de un problema real sobre un supuesto de hecho, con el progreso lógico de su razonamiento, según el derecho positivo y la jurisprudencia que lo interpreta.
Escoge de un fallo o de una resolución los hechos, y sin leer los "considerandos" intenta redactarlos por tu cuenta. Confronta luego tu solución y tu razonamiento con los dados al caso. Y reflexiona críticamente sobre las diferencias.
Para los ejercicios de escritura puedes tomar como guía cualquier manual de formularios, modificándolos a tu gusto, haciendo como un aprendizaje de oficial de Notaría. En su día me quedarás agradecido por el consejo.
NOVENO.- No tener prisa.- Los mandamientos anteriores se encierran en éste, a saber: juego limpio. El de ahora puede ser un influjo decisivo en tu porvenir, pues, si te creas una fama, resulta luego difícil sobreseer el expediente, y no siempre es posible. No te lances a opositar hasta que honradamente creas que estás en condiciones de hacerlo.
En el Notariado no llega más lejos, ni antes, quien más corre. La buena suerte se paga casi siempre con una deformación psicológica de super-hombre o, lo que es más extraño, pero muy verdadero, con un complejo de inferioridad. Nunca se está suficientemente preparado, en el sentido de no tener ya nada nuevo que aprender... ni que olvidar. Pero hay un punto de madurez, que nadie ha de conocer mejor que tú, si no eres un insensato o un tímido, que te permite ya, honradamente, hacer tus pruebas de aptitud.
DÉCIMO.- Saber perder.- Tiene la oposición un bello y duro sentido deportivo de emulación y de superación. Al perder es cuando los caballeros demuestran serlo. La nuestra es una profesión de caballeros. Quien no sabe perder, demuestra, con ello, que no es digno de ser Notario.
Más vale perder que perder más, y saber perder es poder ganar. Estudia serenamente las causas de tu fracaso, con propósito de enmienda, y las del éxito ajeno, con propósito de emulación.
Se buen compañero. Y leal. Tu enemigo no es el opositor, ni el Tribunal. Sino los temas. ¡Y tú mismo! No te desalientes. Para triunfar en las pruebas de oposición en el Notariado, Registro, Juricatura, Fiscalia, Abogacía del Estado (las de ingreso y las de ascenso) y en la vida en general, no se requieren calidades excepcionales, sino buena voluntad, constancia y juego limpio. Quien tenga memoria feliz y brillantez expositiva y recursos de lucimiento, tiene buenas cartas en el juego. Pero, aun sin tener esos triunfos, ha triunfado siempre (o al menos casi siempre) quien ha debido triunfar.