PRIMERO.- Trabajar en compañía.- El trabajo en un ambiente de trabajo es más fecundo. Búscate un compañero (o varios) que estén a tu nivel. Comparte con ellos tus preocupaciones y tus ilusiones. Sed unos de otros fiscales y estímulos recíprocos. Si a la vez o además de un compañero tienes Maestro, mucho mejor.
SEGUNDO.- Trabajar con constancia. No hacen falta muchas horas cada día, pero sí algunas horas todos los días. Los esfuerzos violentos no resisten la prueba del tiempo. Ni la de la salud. No llega primero el que más corre, ni, sobre todo, llega más lejos.
TERCERO.- Trabajar con método. Fija la ración de temas de cada día y para cada materia. Advertencia importante: Hay que estudiar y aprenderse los temas que a uno le gusten y los temas que a uno no le interesen (este mandamiento quedará más eficazmente cumplido si en cada materia estudias los temas por su orden y grado). No dejes ninguna materia, por poca importancia que creas que tiene, para última hora, que los temas finales son los que dejan la impresión del ejercicio. Presta atención cuidadosa al Derecho fiscal. En la práctica, el Derecho privado ha de caminar por los cauces que el Fisco le permite, y es preciso buscar los vados y esquivar las torrenteras. Y cuando una materia no se estudia en su tiempo, ni se sabe ni se aprende después.
CUARTO.- Trabajar con los mismos libros.- Pocos libros pero buenos libros. No pretendas descubrir la pólvora, ni hacer investigaciones monográficas en cada tema. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Decía Fernando Campuzano que más vale estudiar un libro diez veces que diez libros una vez. Los libros, como los compañeros y amigos, sólo se conocen al cabo de mucho tiempo de constante trato. Habrá libros mejores que los tuyos. Pero con tu reflexión sobre tus libros, puedes conseguir que no los haya para ti mejores que los tuyos.
QUINTO.- Trabajar con textos legales.- Ten siempre a la vista y acostúmbrate a buscar los textos legales, aunque te los citen y copien tus libros de cabecera. Sólo manejando los textos legales se aprende lo que dicen y dónde lo dicen. Consulta y ten presente la jurisprudencia que interpreta y aplica los textos legales, aunque te parezca equivocada. Tu función será servir y no lucirte. Para servir, lo importante es lo que se aplique, viva y sirva como derecho, y no lo que tú creas que deba ser derecho.
SEXTO.- Tiempo y espacio.- Ensaya una distribución razonable de tiempo, reloj en mano, y sacrifícalo todo a las posibilidades de tiempo, en cualquier combinación de temas de todas las materias.
SÉPTIMO.- Reflexión propia.- Personalidad.- Reacciona sobre el libro. Utilízalo como guía y no como píldora o disco. Anota tus reacciones y consulta tus notas con frecuencia: te llevarás sorpresas: unas veces agradables, otras veces divertidas. Estimarán en ti más la personalidad que tengas que tu capacidad de recitador de opiniones ajenas. Pero no confundas la personalidad, que es modesta, con la arrogancia petulante. No pierdas el tiempo en proclamar tus méritos y virtudes. Si existen serán reconocidas sin necesidad de prensa y propaganda. Si no existen, quedarás expuesto a la vergüenza pública, con las costas.
OCTAVO.- Hablar y escribir.- Ensáyate en "decir" temas. Saber una cosa no es siempre saber decirla. Muchas veces no se sabe decir una cosa bien sabida, y es lamentable enterarse de ello en mitad de un ejercicio.
Ten presente que si el ejercicio oral suele dar la plaza, el escrito da el puesto, que es calidad y provecho. No en vano nos llamados Letrados y "sabidores del arte de la escribanía".
Sin previo adiestramiento en la redacción no tendrás ni siquiera la ventaja material de la soltura de la pluma, que será un peso muerto entre tus manos. Los ejercicios escritos son dos: dictamen y escritura razonada, con proyección de liquidación fiscal.
Un dictamen no es un ejercicio oral por escrito, sino la solución técnica de un problema real sobre un supuesto de hecho, con el progreso lógico de su razonamiento, según el derecho positivo y la jurisprudencia que lo interpreta.
Escoge de un fallo o de una resolución los hechos, y sin leer los "considerandos" intenta redactarlos por tu cuenta. Confronta luego tu solución y tu razonamiento con los dados al caso. Y reflexiona críticamente sobre las diferencias.
Para los ejercicios de escritura puedes tomar como guía cualquier manual de formularios, modificándolos a tu gusto, haciendo como un aprendizaje de oficial de Notaría. En su día me quedarás agradecido por el consejo.
NOVENO.- No tener prisa.- Los mandamientos anteriores se encierran en éste, a saber: juego limpio. El de ahora puede ser un influjo decisivo en tu porvenir, pues, si te creas una fama, resulta luego difícil sobreseer el expediente, y no siempre es posible. No te lances a opositar hasta que honradamente creas que estás en condiciones de hacerlo.
En el Notariado no llega más lejos, ni antes, quien más corre. La buena suerte se paga casi siempre con una deformación psicológica de super-hombre o, lo que es más extraño, pero muy verdadero, con un complejo de inferioridad. Nunca se está suficientemente preparado, en el sentido de no tener ya nada nuevo que aprender... ni que olvidar. Pero hay un punto de madurez, que nadie ha de conocer mejor que tú, si no eres un insensato o un tímido, que te permite ya, honradamente, hacer tus pruebas de aptitud.
DÉCIMO.- Saber perder.- Tiene la oposición un bello y duro sentido deportivo de emulación y de superación. Al perder es cuando los caballeros demuestran serlo. La nuestra es una profesión de caballeros. Quien no sabe perder, demuestra, con ello, que no es digno de ser Notario.
Más vale perder que perder más, y saber perder es poder ganar. Estudia serenamente las causas de tu fracaso, con propósito de enmienda, y las del éxito ajeno, con propósito de emulación.
Se buen compañero. Y leal. Tu enemigo no es el opositor, ni el Tribunal. Sino los temas. ¡Y tú mismo! No te desalientes. Para triunfar en las pruebas de oposición en el Notariado, Registro, Juricatura, Fiscalia, Abogacía del Estado (las de ingreso y las de ascenso) y en la vida en general, no se requieren calidades excepcionales, sino buena voluntad, constancia y juego limpio. Quien tenga memoria feliz y brillantez expositiva y recursos de lucimiento, tiene buenas cartas en el juego. Pero, aun sin tener esos triunfos, ha triunfado siempre (o al menos casi siempre) quien ha debido triunfar.